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Aunque el imprevisible aumento y disminución de las infecciones por COVID-19 continúa en nuestro país y en todo el mundo, está surgiendo un nuevo y feo problema relacionado con la pandemia.
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Lo conocemos genéricamente como "COVID largo", aunque no es nada genérico, y aún sabemos muy poco sobre él, incluyendo qué es, a quién, cuándo o con qué intensidad golpeará, cuánto tiempo puede tardar en recuperarse o si es posible la recuperación completa para todos.
El COVID prolongado, o estado post-COVID, presenta síntomas que pueden incluir problemas para respirar, dolor en el pecho, "niebla" cerebral, fatiga, pérdida del olfato o del gusto, náuseas, ansiedad y depresión, entre otros.
Parece que afecta a una de cada 10 personas que se han recuperado de una infección por COVID-19. En Canadá, una estimación conservadora es que el COVID largo ha afectado hasta ahora a entre 100.000 y 150.000 personas, aunque los estudios que evalúan la prevalencia tienen graves fallos metodológicos.
Síndromes post-virales
La comunidad médica e investigadora conoció por primera vez el COVID largo como un síndrome postviral a veces debilitante que apareció por primera vez en pacientes que habían tenido COVID-19 grave, en particular los que habían sido tratados en cuidados intensivos.
Lo difícil de identificar la COVID larga es que los síntomas son amplios y pueden asociarse a otras afecciones, y que algunos, como la ansiedad, la depresión y la fatiga, no pueden confirmarse con pruebas de laboratorio.
Ya se han observado síntomas similares que siguen a infecciones víricas distintas de la COVID. Por ejemplo, el síndrome postviral tras la gripe sigue persiguiendo a algunas personas mucho después de que haya pasado la infección. Incluso infecciones víricas comunes y normalmente menos dañinas, como la mononucleosis, pueden tener a veces secuelas muy graves y duraderas.
Pero la COVID larga parece ser diferente: suele ser más grave y es más difícil de seguir. Aunque nosotros y otros estamos muy comprometidos con la investigación de la COVID larga, es probable que pase un año antes de que tengamos una mejor imagen de la enfermedad. Una vez que lo tengamos, debería ser más fácil desarrollar terapias.
Una de las preguntas que exigen respuestas urgentes es si la COVID prolongada es un síndrome postviral típico que sigue un patrón predecible o si tiene una huella inmunológica única. ¿Existen marcadores clínicos, radiográficos o de otro tipo de la COVID larga? ¿Hay pruebas de una infección persistente de bajo nivel o de una inflamación incesante?
Parte del reto consiste en que investigadores como nosotros intentan estudiar las secuelas de COVID-19 mientras el mundo sigue luchando contra la fase aguda de la pandemia, incluida la nueva variante Omicron.
Causa y efecto
Estamos trabajando sistemáticamente para determinar cuál puede ser la causa y el efecto. Necesitamos pruebas fiables, pero son esquivas.
Incluso encontrar el "control", o la población de comparación, para la investigación -los que no han sido afectados- es difícil, porque algunas personas que han sido infectadas con COVID-19 nunca fueron diagnosticadas, mientras que otras fueron diagnosticadas sin pruebas.
Mientras siga existiendo un segmento de la población que puede o no haber tenido COVID-19, es endiabladamente difícil reunir un grupo de control que nos permita sacar conclusiones definitivas sobre lo que es y lo que no es el COVID.
Otro obstáculo es que carecemos de información sanitaria detallada de los pacientes con COVID-19 antes de la infección, lo que dificulta la medición de cómo ha cambiado su estado tras la COVID-19.
Si un paciente está deprimido ahora, por ejemplo, ¿podría haber otra causa, o podría haber estado desarrollando la condición antes de la infección? ¿Podría la tos persistente tener su origen en algo que ocurrió antes o después de la infección por COVID-19?
Los virus y los huéspedes
La relación entre los huéspedes y los virus puede ser compleja y muy variada. Está determinada por el estado del paciente antes de la infección y por el sistema inmunitario del individuo. La interacción entre estos factores crea una amplia gama de resultados potenciales, lo que dificulta el estudio y el tratamiento de esta nueva enfermedad.
Una de las teorías que nosotros y nuestros colegas estamos explorando a través de la investigación es que el COVID-19 desencadena una respuesta inmunitaria tan potente que puede que no sea el virus el responsable directo del COVID largo, sino la respuesta de nuestro cuerpo a él.
Algunos de los efectos del COVID largo parecen estar causados por la inflamación, que forma parte de la reacción típica del organismo ante cualquier virus. Esta reacción es exagerada en el caso de la COVID-19, especialmente en lo que respecta a la incapacidad del sistema inmunitario para volver a su funcionamiento normal.
Cuando el cuerpo de un paciente es incapaz de eliminar un virus rápidamente, intensifica su respuesta inmunitaria y puede acabar fabricando anticuerpos contra sí mismo. Parte de lo que estamos viendo con el COVID largo puede deberse a los daños colaterales de esa respuesta, especialmente cuando la inflamación resultante de la infección aguda era grave.
A pesar de los obstáculos logísticos, metodológicos, científicos y de otro tipo -incluida la sobrecarga general de la pandemia-, es vital investigar para responder a estas y otras preguntas.
El sistema sanitario debe planificar los recursos para atender a este importante grupo de pacientes, quizás durante años después de que la pandemia haya remitido. Saber más sobre este grave y creciente problema es la única manera de afrontarlo.
Escrito por:
Manali Mukherjee - Profesor Adjunto de Medicina, Universidad McMaster
Zain Chagla - Profesor Asociado, División de Enfermedades Infecciosas, Departamento de Medicina, Universidad McMaster
Este artículo se publicó por primera vez en The Conversation.The Conversation